viernes, 30 de abril de 2010

Llanto pronunciado

Necesito cuatro paredes.
Un cubículo que me aísle.

Que nadie oiga mis gritos desesperados,
que nadie vea mis lágrimas resbalar por mi mejilla.

Quiero gritar, patalear,
llorar hasta quedarme sin aire
y respirar con dificultad.

Quiero arrancar todo el dolor de mi interior.

Porque me duelen los buenos y los malos recuerdos,
los buenos porque no volverán
y los malos porque no se pueden olvidar.

sábado, 24 de abril de 2010

Caminando


Me sorprendo día a día al ver como nuestras mentes evolucionan, pasan a un estado de madurez, propia de nuestra edad. Seguimos hablando de nuestras tonterías como siempre, tales como el fenómeno que arrasa ahora Tuenti, los Pokémon (sí, esos muñecotes que las generaciones de los '90 en adelante adorábamos), hablamos de viajes pasados, de metas que queremos conseguir, y otro día podemos estar hablando de una manera filosófica de las relaciones de pareja, del tiempo, de la vida, ¡hasta hablamos en ocasiones de política! A veces me siento rara, a ratos bien, por crecer y madurar, y a ratos mal, por perder un poco de puerilidad.
La verdad, sigo teniendo una niña en mi interior con miedo a crecer, que le asusta mejor dicho madurar, pero que debe hacerlo y casi sin darse cuenta lo hace.
Solo me reconforta saber, que es un camino muy largo por recorrer y que no voy a recorrerlo sola.

Amor

Porque la mente es libre,

porque el alma es libre,

porque los cuerpos son libres,

el amor debe ser libre.

jueves, 22 de abril de 2010


Los Pecados de Dios

Capítulo II
Pereza

A las 8 de la mañana ya estaban en pie, aún exhaustos pero decididos a encontrar toda la información posible, fueron al salón y empezaron por trazar un programa para el día. Se acercarían a los barrios bajos de la ciudad en cuanto pudieran, antes debían asegurarse de que nadie les hubiera seguido, y que no hubiesen descubierto lo que son. Allí donde querían empezar a investigar habitaban demonios de todas clases, sin alma ni compasión, donde se vendían a cambio de comida y bebida. Allí podrían hablar con algún vagabundo sin miedo a que les viese nadie. Luego se acercarían ya caída la noche a algún bar, donde Judith tenía algunas amistades y podría preguntarles acerca del ángel que buscaban.
Planeado el día se pusieron a ello, asegurando las puertas para que nadie pudiera entrar, ni escuchar lo que ocurría dentro de la vivienda. Asegurado todo se dirigieron al sur de la ciudad, donde estaban los vertederos y donde vivía la parte marginal de la ciudad, los fracasados, los ludópatas, los drogadictos y gente inmunda por lo general. Allí vieron a dos vagabundos peleando, una parecía una mujer de unos cuarenta y pocos años, pelo rubio, largo y muy descuidado, era alta y delgada, aparentaba un pasado de buena vida, de lujos, riqueza y puede que algún vicio oculto, además tenía algo que atraía, pero seguramente hubo algo que se interpuso entre sus metas y ella que le hizo ir a parar a aquel lugar. La otra persona parecía un hombre bastante mayor, de unos setenta años largos, pelo canoso y espalda encorvada, pero con fuerza aún para gritar improperios. Pudieron entender un poco de la discusión, se fijaban en sus gestos y cogían palabras sueltas, pero la que más les llamó la atención fue "ángel". Salía de la boca de la vagabunda varias veces, defendiéndola, mientras que el hombre escupía palabras más que decirlas, en contra de lo que ella le decía. En un arrebato de odio se avalanzó a por el anciano intentando matarlo, pero antes de que pudiera hacer nada Gabriel y Judith se pusieron por medio para evitar el desastre.
-¿Pero qué intentáis?- Gritó Gabriel por encima de los insultos.
-¿Y vosotros quiénes sois?- Dijo la mujer, que aunque sabía que no tenía nada que hacer contra ellos seguía intentando agredir al anciano.
-Eso no importa, ahora responde, ¿qué ha pasado para que lleguéis a este extremo?
-¿Y tú quién te crees que eres para hablarme así niñato insolente?
-Ven conmigo. Judith, habla con él a ver que puedes sacar.
-De acuerdo- dijo Judith
"¿Crees que podremos hacer algo con ellos?- Le preguntó Judith, sin que ninguno de los otros presentes se enteraran".
"No lo sé, pero ahora mismo no tenemos nada mejor- respondió Gabriel acompañado de un movimiento de cabeza, indicandole que no perdiera más tiempo".

Gabriel y la mujer avanzaron un poco pasando unas montañas de basura que habían dejado los servicios de limpieza municipales. Encontraron unas cajas de madera que parecían resistentes, y allí decidieron sentarse para que ella se pudiera tranquilizar un poco, mientras que él le observaba considerando si podía confiar en lo que le dijese. Transcurridos unos instantes, y tras varios intentos de tranquilización fallidos, pudo comenzar a respirar más pausadamente, y por lo tanto era el momento de responder algunas preguntas.

-¿Me puedes explicar ahora qué pasó antes?- Preguntó con un tono tranquilo Gabriel.
-Son cosas de vagabundos, a un señorito como tú no creo que le interese- espetó la vagabunda al fijarse ahora mejor en la ropa que llevaba su moderador.
-¿De verdad piensas que no me interesa?- Respondió ampliando esa sonrisa perfecta, que como poco hizo quedar boquiabierta a la mujer.
-No.
-¿Cómo te llamas? Y por favor, ¿qué te pasó para que estés aquí?
-Me llamo Iliana Zephyr, y hace cuestión de unos meses mi ángel me abandonó.
-¿Tu ángel?
-Me acompañaba desde pequeña, desde que apenas tenía 7 años- contestó afligida.- Siempre que me sentía mal, o creía que iba a pasar algo "malo" él siempre estaba ahí, con sus hermosas alas abiertas de par en par, protegiéndome de todo. Pero ahora, cuando más noto que mi vida no tiene sentido, cuando más le necesito, no está. No sé qué le ha podido pasar, pero empecé a dejarme, a mí y a mi familia, me volví una holgazana. Dejé mi trabajo, me encerré en mi habitación, esperándolo, pero no apareció, hasta que mi alrededor pensó que era mejor que estuviera en un psiquiátrico, con ayuda especial, pero yo no necesito eso, yo necesito a mi ángel, así que escapé y corrí lo más que pude hasta llegar aquí. Al principio no vi a nadie, estaba asustada, pero luego conocí a John, es el hombre que estaba despreciando a mi ángel, decía que no era verdad, que yo estaba loca y le estaba mintiendo, pero no es así. ¿Tú me crees, verdad?- Terminó con un tono esperanzador, temiendo desilusionarse de nuevo.
-Claro, por supuesto que te creo, porque yo lo estoy buscando también, así que necesitaría saber dónde vivías antes, y por lo tanto empezar a buscar desde allí.
-Yo antes vivía en Free House Calls, 158, no está lejos de aquí, o eso creo.
-Vale, no te preocupes, nosotros lo encontraremos, ahora intenta descansar, seguro que han sido unos meses muy duros.

A la misma vez que el Íncubo interrogaba a Iliana, Judith hacía el mismo tanto con el hombre, que parecía más divertido que asustado. Este parecía un enigma en sí, tan mayor y en un lugar tan penoso como aquel. Tenía los ojos azules, cansados y estaban apagándose, se veía un mundo por él. Parecía pedir a gritos que la muerte lo llevara con él, pero no lo hacía, sufría por ello y aún así no le llevaba, pero nada podía hacer en contra. Judith empezó preguntando por su nombre a lo que el anciano contestó casi sin pestañear.

-Me llamo John Fait, tengo setenta y un años, soy nativo de San Di...
-Tranquilo, no hace falta que hables tan rápido- interrumpió de buena gana Judith-. Sólo te voy a preguntar desde cuando está esa mujer aquí.
-Lleva poco, pero desde que está aquí, no para de hablar de ese estúpido ángel. ¡Parece una niña, hablando de cosas que no existen!
-Sí, el poder de la imaginación, a veces puede ser tu peor enemigo. ¿Y qué es lo que dice de ese ángel?
-Fíjese lo demente que está, que asegura haberlo visto, y no una vez o dos veces, no, sino desde que era pequeña, que le ayudaba en sus peores momentos. Habrá confundido a su madre con un ángel.
-Seguro que es eso. ¿Y no dijo si lo había visto hace poco por aquí?
-No, dice que hace unos meses que ya no lo ve, que la abandonó, y que ahora está perdida sin su ayuda.
-¡Vaya, qué triste! ¿Y si le digo que no está mintiendo, que los ángeles existen?
-Le diría que usted está también de manicomio- respondió un tanto sorprendido y perdiendo un poco la sonrisa de la cara.
-¿Y que los demonios también existen?
-¿Por qué me hace estas preguntas tan raras? ¿Quién es usted?- En ese momento perdió todo rastro de sonrisa que pudiese quedar.
-Porque soy uno de ellos.

Sin darle tiempo a pestañear ya se encontraba detrás, cogiéndole el cuello y haciendole girar trescientos sesenta grados la cabeza. Ahora ya no tenía de qué preocuparse, estaba descansando en paz y no escucharía más locuras ni improperios. Fue a encontrarse con Gabriel que estaba terminando de hablar con Iliana.

-¿Cómo va la cosa?- Preguntó satisfecha con su investigación Judith.
-Bien, hemos terminado de hablar, así que nos podemos ir ya- contestó Gabriel.
-No, creo que no. A John le ha dado un infarto de tanto exaltarse, ahora deberemos rezar por su alma.
-Oh, yo no quería que llegara a este extremo, de verdad, no era mi intención, solo defendía a mi protector- comenzó a decir a toda prisa Iliana, estaba empezando a respirar otra vez con dificultad.
-Tranquilízate, no pasa nada, ha sido la edad, era un hombre mayor, no es culpa de nadie- intentó tranquilizarla Gabriel, pues no quería más muertes ese día.
"Debes acabar con ella, sabe demasiadas cosas de tu ángel".
"¿Tú la ves peligrosa? Porque yo no- contestó desafiante".
"Si no lo haces tú cualquiera que vea el cadáver y a ella empezará a husmear, y se puede ir de la lengua, no queremos eso, ¿verdad?".
"Bueno, tienes razón, pero deja que lo haga yo".
"Es toda tuya".

Busco en el suelo algo afilado con el que poder atravesar la garganta de su próxima víctima. Encontró un trozo de cristal roto y tan rápido lo cogió lo clavó en el cuello de Iliana que aún estaba maldiciendose por lo que había ocurrido. Desangrandose poco a poco empezó a orar una pequeña frase una y otra vez, hasta vaciarse por completo y dejar allí un gran charco de sangre. Pronto los basureros irían a llevar más basura y encontrarían los cadáveres, así que marcharon rápidamente antes de que los encontraran allí. Volviendo al piso iban en silencio hasta que Judith lo rompió.

"¿Qué has podido averiguar?"
"Calle Free House Calls, 158. Ahí está nuestro próximo destino".
"No está lejos, pero antes deberías ducharte, estás lleno de dulce sangre".
"Lo sé".

lunes, 19 de abril de 2010

Los Pecados de Dios

Capítulo I
Lujuria

Los dos fueron al mismo parque a por víctimas que pudieran saciar su sed de sangre y sexo. Era un parque grande, con un paseo suficientemente largo donde poder caminar, patinar, e ir en bici sin molestar a nadie. Estaba adornado con robles, y encinas a los lados del paseo. Ambos seres, atractivos y con mucha experiencia a sus espaldas, sabían perfectamente cuales eran las personas idóneas para sus crímenes, pero parecía que la suerte ese día no estaba de su parte. Se sentaron, cada uno en un banco, pero uno frente a otro, sin quitarse la vista de encima, calculando cada mínimo movimiento, pues los dos sabían perfectamente lo que eran.
Demonios, de los más temidos que puedan existir, ya que sus pobres víctimas no podían dejar de desearlos y caían necios en sus garras. Súcubo e Íncubo decidieron intercambiar expresiones pero sin ni siquiera abrir la boca.

"No te había visto antes por aquí- dijo la Súcubo, una bella mujer, de piernas largas, cabello moreno, rizado y sumamente largo, con unos labios rojos y unos ojos verdes almendrados preciosos".
"Yo a ti tampoco- contestó el hombre que la miraba, aquel hombre de ojos negros penetrantes, con el pelo un poco descuidado, pero que lo hacía más interesante aún y un cuerpo bien desarrollado".
"No coincidiremos, aunque esta no es mi hora de caza, ahora está todo desierto, como bien has podido comprobar".
"Es normal, dado que son las tres de la mañana".
"Si tan normal lo ves, ¿a qué has venido entonces?- Inquirió la Súcubo.
"Altos cargos".
"Había oído hablar de vosotros, pero no entiendo que puede ocurrir para que te hagan venir aquí por temas de trabajo".
"Tampoco te interesa- dijo con tono cortante".
"Si no me interesara no mantendría esta conversación, hay más vida en otros sitios".
"¿Qué sabes de Uwe Stain?"
"Algo he oído, pero no me fío de las habladurías".
"Haces bien".

Durante un rato no mediaron palabra alguna, estuvieron investigando en sus cabezas, para la información que les podía ser útil a cada uno. Uwe Stain era un asesino, uno de los mayores sanguinarios de la historia, contaban algunos que mataba a sus víctimas torturándolas, algunas torturas eran más crueles y otras menos, según el grado en el que mereciera morir, otros contaban que no era él, que sólo era gente contratada para los asesinatos. Sobre sus "trabajos" se decía que era por ajustes de cuentas de su estirpe, otros publicaban que eran criminales y que él repartía su propia justicia, y otros que era gente inocente y sólo era para aplacar su ira, pues no podía contenerla durante mucho tiempo y saltaba con poco.
La verdad de todo esto aún sigue sin descubrirse, es un misterio sin resolver. Pero lo importante era el trabajo que le había encomendado a Gabriel, que así se llamaba el Íncubo. Su cometido era encontrar a un ángel llamado Damien Min, del que no tenía mucha información, ni tampoco sabía para qué lo necesitaba Uwe, solo sabía que alguien en aquella pequeña ciudad de California podía ayudarle, pero no sabía quién.
De repente Judith, la Súcubo, se levantó, y empezó a caminar perdiendo todo contacto mental con su compañero.

-¿A dónde vas?- Preguntó Gabriel.
-Sígueme- contestó morbosa Judith.

Caminaron durante un rato hasta llegar a un edificio no muy alto, antiguo, pero con un encanto especial. Estaba hecho de ladrillo, con tejas en el porche y barrotes negros que le daba un poco de siniestralidad. Una escalera desgastada les conducía a una puerta de madera vieja, que era la entrada al bloque.

-¿Vives aquí?- Preguntó Gabriel al ver que entraba en aquel inmueble.
-No tengo una residencia fija, pero ahora mismo esto nos servirá para investigar.
-¿Quién te ha pedido que me ayudes?
-Por algo has venido a mí.
-Puede que sólo busque una cosa de ti.

Judith hizo caso omiso de esto último y entró en la vivienda, era un bajo no muy grande pero suficiente para una pareja, con las paredes pintadas de un color amarillo pastel. Tenía dos habitaciones y un salón amplio, estaba poco amueblado, una estantería, un sofá, una lámpara de pie y un par de cuadros en las paredes. En cuanto cerró el Íncubo la puerta se avalanzó hacia ella, haciendole caer, y le aprisionó manos y piernas para dejarla inmovilizada.

-¿¡Pero qué te pasa!?- Gritó Judith
-¡Dime todo lo que sabes!
-Te he traído aquí para ayudarte maldito chiflado
-No me has dejado que leyera tu mente, algo ocultas- dijo con algo de cautela Gabriel
-Quería traerte aquí
-¿Con qué propósito?
-Con este- y acto seguido acercó su cara a la de él para darle un beso largo e intenso.

Él desaflojó un poco sus manos para poder besarla mejor, y en cuanto terminó el beso la levantó del suelo llevándola al cuarto. Éste estaba equipado solo con una cama y un par de cortinas viejas, con estampado de flores. La tiró a la cama sin delicadeza alguna, aunque tampoco lo necesitaba, eran casi indestructibles, sin embargo sabían que lo que iban a hacer les podía dejar muy debilitados a ambos.Pese a todo no les importaba, llevaban días sin poder dar con ningún humano apetecible, y entre ellos aunque no había posibilidad de comida al menos se desfogaban con más fuerza que con cualquier persona de la calle. Sin parar de besarse fueron quitandose el uno al otro la ropa, quedándose simplemente con la ropa interior. Judith tenía unos senos voluminosos que él no paraba de apretar y lamer con ansia. Ella jugaba con el sexo de él, acariciándolo por encima del boxer, notando como se endurecía a cada simple roce de su mano. Dando una vuelta se puso ella encima de él, besándolo y bajando poco a poco por su cuerpo, el cuello, el torso, masajeando los abdominales bien marcados que tenía, el ombligo, y llegando cada vez más a su sexo. Pero pasó de largo llegando a la parte interna de los muslos, descendiendo por la rodilla y llegando a los tobillos para volver a subir. Subir y subir hasta empezar a hacerle la mayor felación que podría sentir Gabriel en su vida. Era totalmente diferente a todo lo que podía haber experimentado antes, era subreal, aunque en su mundo nada era imposible. Él marcaba el ritmo agarrándola del pelo, mientras ella lamía sin piedad cada centímetro de su sexo, produciendole un placer casi insoportable.
Ahora era el turno de darle placer a ella, que se levantó y se puso a su lado en la cama a cuatro patas, insinuándose, esperando a aquel cuerpo impresionante. Aprovechando lo excitada que ésta estaba empezó a meter su miembro dentro de ella, con un ritmo lento pero constante, notando como llegaba hasta el fondo y como disfrutaba con ello. Poco a poco aumentaba la velocidad, sin dejar de besarle y tocarle por completo, haciendole estremecer de gusto y comenzando a soltar gemidos más altos y gritos apagados, que en poco tiempo comenzaron a cobrar fuerza y llenaban la habitación, gritos tanto de ella como de él. Decidieron cambiar de posición, ahora ella se encontraba abajo, notando la virilidad de él empujando con fuerza sus paredes internas, abrazada y sin soltarse a él. Sentía que pronto se iba a ir, y a la vez notaba como se iba quedando sin fuerzas, y también lo apreciaba en el Íncubo, que cada vez iba haciendo pausas más prolongadas y en un tiempo menor, hasta que los dos terminaron a la vez en un gran orgasmo.
Notaron una inmensa descarga y después nada, silencio, vacío. Todo estaba oscuro, no se molestaron en encender la luz si quiera, y allí se quedaron durante unas horas, exhaustos y muy cansados, no sabían que podían llegar hasta ese punto. Pero podía haber sido peor, podían haber perdido la vida, sospechaban que no deberían volver a repetirlo jamás, pues una repetición sí podía ser el fin de los dos seres.

"Ahora debes decirme todo lo que sepas sobre Damien"- sonó la voz de Gabriel en su cabeza
"Yo no sé nada, pero sí puedo acompañarte a algunos bares donde poder indagar- respondió sin fuerzas Judith".
"De acuerdo, pero tendrá que ser mañana temprano".
"Sin problemas puedes quedarte aquí el tiempo que necesites".

viernes, 16 de abril de 2010


Mi corazón se acelera, no para de bombear sangre, a cada pensamiento que tengo sobre ti, a cada segundo que pasa para volver a verte, a cada palabra que me diriges, se me acelera un poco más. No puedo creer que vaya a volver a verte, no puedo creer que vuelva a estar en tu casa de nuevo, no puedo creer que en menos de veinticuatro horas esté contigo... será porque es imposible, pues de aquí a mañana pueden ocurrir mil cosas.

En fin, aunque no te vea mañana, al menos ya estoy un poquito más contenta, como dicen, después de la tormenta viene la calma, y tú eres un rayito de sol que me recorre por entera, llenándome de una paz superior a todo lo antes conocido.

Eres mi inspiración, pues por ti escribo así.

martes, 13 de abril de 2010

Tiempo...

El tiempo, que cosa más curiosa, tan lento y tan rápido a la vez.
Cuando se es pequeño siempre esperamos que pase el tiempo rápido, para poder hacer "cosas de mayores", poder llegar al interruptor de la luz, poder dormir hasta tarde, poder ver programas que no nos dejan ver porque no los entenderíamos. Deseabamos terminar pronto el colegio para irnos a casa y ver nuestra serie favorita mientras comíamos. Luego un poquito más mayores también deseabamos que pasara el tiempo rápido, para terminar los estudios, para quedar con los amigos, para irnos a vivir solos, sin los agobios de los padres, poder tener coche propio...
Cuando crecemos, y encontramos a nuestras parejas, deseamos que se pare el tiempo, que no pase por nada del mundo. Estar mirandose toda la noche, que no llegue el momento de despedirse, no tener que rendirle cuentas a nadie para estar con esa persona. Quedarnos jovenes para siempre, y estar siempre saliendo, ir de fiesta, noche tras noche.
Luego pasa el tiempo y es cuando queremos que pase lento, para disfrutar de nuestros hijos, de nuestros nietos, que no llegue el fin, intentar retrasar ese momento en el que ya no hay vuelta atrás, pues como se dice, todo tiene remedio excepto la muerte.
Y es que le damos demasiada importancia al tiempo, y no se lo merece, el tiempo no espera ni pasa por nadie, así que mejor no desperdiciarlo y aprovechar cada momento del día, y por qué no de la noche.

miércoles, 7 de abril de 2010

Estamos contigo

¡Qué triste historia la de Cristina, pero más triste es la historia de su compañera! ¿Cómo pueden dos niñas de 13 y 14 años citarse para una pelea? La verdad, no las conocía pero creo que esto ha conmocionado a bastante gente, y la verdad, no me extraña. Nunca antes se había visto el caso de una niña sea tan cruel con otra compañera, que la llegue incluso a asesinar y que no se arrepienta, que sea premeditado en una edad tan temprana. El móvil, un "tema amoroso". No me parece un tema tan grave, dejando aparte que no lo es, como para matar a otra persona. Pienso que solo ha sido por poder, por marcar territorio, pues las niñas eran de diferentes tribus urbanas, y no se llevaban muy allá. Aún así es de lo peor que he escuchado en mi vida, es un tema que da escalofríos.
Pero lo peor de todo es que no se hará justicia, esta joven no pisará ni un mes el reformatorio, que digo un mes, ¡una semana! Esta es la misma historia de siempre, benjamín que comete un delito mayor y se le juzga como menor, desde mi punto de vista me parece muy mal, no es justo. Están pensando en reformar la ley del menor, sí, la cambiarán, pero de aquí a que la cambien habrán pasado 2 o 3 años, y en ese tiempo, niños y niñas de toda España pueden haber robado, herido o matado a mil personas más. Y esto no debería ser así, la justicia es la justicia, tanto para mayores como para menores. Pero esto los políticos no lo ven, cuando sean uno de sus hijos los que infrinjan la ley echarán tierra por encima y seguirán con lo suyo, pero cuando sea la víctima, se armará la de Troya. No deseo el mal a nadie, pero si eso necesitan para verlo, mal vamos.
Ante todo doy todo mi apoyo a la familia de Cristina Martín de la Sierra.
D.E.P. Cristina

domingo, 4 de abril de 2010

Sobre gustos...

A menudo me preguntan por qué soy tan sádica, o por qué me gustan los temas de sangre y por qué subo fotos tan "emo"... Bueno, simplemente son gustos diferentes, como se dice, si a todos nos gustara lo mismo, ¡menudo aburrimiento!
También se puede decir que hay varias maneras de pensar en la sangre, pues esta es una fuente de vida, que si se malgasta se acaba. Claro que nadie ve cuando una persona sube fotos de vampiros, o sangre a borbotones, la parte buena, que sería el ver la vida de forma física, pero eso no es lo que piensa la gente habitualmente. La gente "normal" cree que las personas que suben ese tipo de fotos se quiere suicidar, y no siempre es así, me atrevería a decir que ni en la mitad de los casos es así.
Además me preguntan por qué uno de mis nicks es Death Sweet Death, y a veces ¡hasta me insultan! La verdad, me hace gracia, hablan sin saber, hablan sin conocer. Y para quien quiera saberlo, solo es una historia entre una amiga y yo, y sí, en ese momento estábamos mal, pero aparte me gusta esa frase.
Solo quiero decir con esta parrafada que no hay que juzgar sin haber preguntado antes, y mucho menos insultar, hay que aprender a ver antes la viga en el propio ojo que la pajita en el ojo ajeno.

jueves, 1 de abril de 2010

Sentimientos sin sentido

Amor, felicidad, alegría, cariño, empatía, solidaridad, fidelidad...
A menudo estos son los sentimientos más vistos en las parejas, pero solo vemos la parte de fuera, la parte bonita, cuando están dando un paseo por la playa, o cuando están dando una vuelta por el centro, o si los vemos en un restaurante, también lo más común es ver caricias entre ellos.
¡Já! ¡Qué poco vemos en realidad! Hay una parte también muy amarga, tales como los celos, la tristeza, el nerviosismo, el desamparo e incluso el miedo. Algunos nos pueden llegar a matar, no en el sentido literal de la frase, pero sí nos pueden dejar hechos trizas.
Y es que la verdad, muchas veces no entiendo como sin dar pie a los celos una persona no confía en otra, en serio, si no hay motivos, no desconfiéis, es lo peor que le puede pasar a una pareja, los celos se pueden convertir en obsesión. Quedaros siempre con lo bueno de la relación, jamás con lo malo, es un consejo, apartir de aquí haced lo que mejor os convenga.
También está el miedo a perder a la persona amada, hay quien lo pone en el montoncito de los celos, pero yo no lo veo así, el miedo a perder a un igual puede ser por simple inseguridad de la persona, pero hay gente que sin conocer la historia completa juzga, y las cosas no son así, observa, y luego habla.
No sé como terminar esta entrada, pero es que hay tanto de lo que hablar, y tanto que opinar, que es difícil terminarla. Bueno termino diciendo que no os dejéis llevar ni por los celos, ni por el miedo, no caigáis en la tristeza, ni que os dejen caer en el desamparo, y no os pongáis nerviosos. Dejad que entre el amor, por muy cursi que quede, que os llene de felicidad, pues el amor es lo único que da la felicidad, dad cariño, y sentid empatía.
Y por supuesto, sed fieles.