miércoles, 26 de febrero de 2014

Cinturones perfectos

Todo fue como de costumbre, merienda, cine y cama. Pero ese día me pidió algo diferente, se le veía en los ojos que me quería hacer las cosas que veía en sus películas porno favoritas, aquellas que yo ni aprobaba ni dejaba de aprobar, aunque también sentí un poco de curiosidad alguna que otra vez, pero jamás me había atrevido a confesarle. Tengo que decir que me sentí aliviada de poder hacerlo sin ser yo la que lo propusiera.

Se acercó a mí despacio, con una sonrisa en los labios, y contoneando sus caderas, a la vez que se desnudaba por completo para mí, pero sin dejarme que le tocase. Entonces con voz grave, pero dulce me ordenó que me agachara a la altura de su polla y chupara hasta que él me dijese basta. Yo me puse cachonda en aquel mismo momento, medio por la proposición, medio por la forma en que lo dijo. Obediente me agaché y tan pronto como estaba mi cabeza a la altura de sus manos, me agarró del pelo fuertemente, marcando el ritmo de cada embestida hacia mi garganta, de cada lametazo, de cada momento de placer. De repente tiró de mi pelo hacia arriba y me dio la vuelta con una agilidad que no le había visto mostrar antes, pareciera que la estaba guardando para este momento.  Me empezó a desnudar, rápido y bruscamente, sin paciencia para verme en todo mi esplendor.

Nuestra cama quedaba a un metro escaso de nosotros, así que me cogió en brazos y me tiró en ella de manera que quedaba totalmente expuesta a él. Nada más llegar a la cama me dijo que me estuviese totalmente quieta y empezó a besar por todas mis partes, incluso en las que yo tenía prohibidas para él, pero por el miedo que tenía y la excitación supe que tenía que aguantarme como fuese, pero no pude evitar estremecerme cuando llegó a mi coño y quiso empezar a lamer. Aunque fue un ligero arqueamiento de espalda él no lo pasó por alto y llegó el primer guantazo a la pierna izquierda, en el que solté un gritito mudo, y él soltó una carcajada, lo que hizo que me entrase más miedo todavía.

- ¿No estás cómoda haciendo esto conmigo? - Me preguntó con un poco de recelo por si le decía que no estaba bien, aunque yo sabía que lo deseaba con todas sus ganas así que aunque le tenía un poco de miedo le contesté.
- Sí, estoy bien cariño.
-¿Entonces por qué me llamas cariño? - Se le había iluminado la cara con mi predisposición a seguirle el juego.
- Perdón, amo. - Sabía lo que tenía que decir por las películas de BDSM y los libros que había visto. Últimamente era algo muy popular, y como siempre me había interesado el género me había informado mejor.
-Eso ya es otra cosa, parece que estamos hablando el mismo idioma ahora. - Y dicho esto volvió a asestarme un guantazo en la pierna.

Ahora sin más dilación empezó a lamer y a succionar con fuerza mi clítoris, haciendo que llegara a límites insospechables de placer, a la vez que él disfrutaba viendo mi cara de no poder hacer otra cosa que resoplar. Cuando se cansó, se quitó de encima mío y empezó a desnudarse él, cogiendo su cinturón y pasándolo alrededor de mis manos, haciendo una pequeña presión y levantando mis brazos hacia arriba del cabecero de la cama, allí lo enganchó y me dejó más expuesta todavía. Yo le veía bastante excitado y conforme pensaba las ganas que tenía de que me penetrara, parece que él pensó lo mismo, pues se puso encima mío y me la metió violentamente, pero con facilidad, pues ya estaba muy mojada para ese momento. Me agarraba el culo para darse más impulso, y aunque me hacía daño al tocar las paredes de mi interior, el placer era infinitamente mayor, no quería que dejara de metérmela nunca.

Al terminar la sesión me dio un beso en la frente, y cambiando totalmente el tono de su voz me preguntó si me había gustado, y yo totalmente satisfecha le contesté que repetiría tantas veces quisiera.



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