viernes, 26 de marzo de 2010

¿Por qué no?

Quedaron en el mismo parque de siempre, a la sombra de unos bellos sauces que resguardaban del calor en una tarde de verano. Estaban llenos de júbilo, y cada vez que estaban juntos reinaba la armonia en el ambiente. Ella llegaba temprano como casi siempre, pero no le importaba, su pensamiento no estaba en otro sitio que en su amado, y ya contaba los minutos para poder verlo y besar sus carnosos labios y poder tocar su torso que tantas noches le habia hecho sudar. Le encantaban las noches de verano y esta prometía ser inolvidable.

Él llegó al poco tiempo que ella y pensó en lo afortunado que era estando con la chica más dulce, inteligente y por supuesto atractiva que había conocido en toda su vida. Ella aunque había visto ya mil veces al hombre de sus sueños, y sin dudarlo de su vida, siempre se maravillaba al verlo delante, con esa sonrisa tan radiante que no perdía con facilidad. Se besaron con rapidez pero dulcemente, se miraron a los ojos y decidieron que hacer en lo que quedaba de tarde. Dieron un paseo por aquel parque pese a que lo habian recorrido más de una vez, no se cansaban de admirarlo una y otra vez. Llegó pronto la noche y decidieron ir a casa de él, y allí descansar de la tarde, pues sin darse cuenta habían andado bastante.

Llegaron a su casa y sin poder esperar a llegar a la cama empezaron a besarse desenfrenadamente, y ella de un salto estuvo encima de él, enredandose con sus piernas en su cuerpo. Él iba con ella encima, acariciando sus tersos glúteos. Llegaron a la cama entre besos y caricias, sin dejar aparte los abrazos que tanto les gustaban. Se tumbaron en la cama sin separarse el uno del otro, fueron desnudandose entre los dos. Él le arrancó la blusa que llevaba y dejó al descubierto el conjunto de ropa interior rosa que llevaba, y ella apresuradamente le quitó el pantalón y la camisa, dejandolo en unos boxers que marcaban su sexo.

Él sonriendole con esa sonrisa pícara llena de complicidad, se desnudó completamente y despojándola a ella de la ropa que le quedaba, empezó a lamer con avidez pero lentamente cada parte de su cuerpo, deteniendose en algunas partes para besarlas más que en otras. Ella jugaba con el pelo de él cuando éste se detenía en sus partes. Queriendo darle más placer, empezó a metérla suavemente, yendo poco a poco más deprisa, con un ritmo más que acelerado. Ella sentía que le venía un orgasmo cuando empezó a temblar y por fin se empezó a correr, él también se venía y puesto que empezaron y no repararon en ponerse el condón, se corrió fuera llenándole la espalda de semen, pero no le importaba. Se tumbaron unos momentos, abrazados y sintiendo el
calor del otro, y así se quedaron dormidos

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