lunes, 29 de marzo de 2010

Imagina


Y allí estaba yo, liada en la toalla, recién salida de la ducha, con los cabellos mojados y alborotados. Empecé por quitarme los enredos hasta conseguir que estuviera liso y parejo, y a partir de ahí me lo sequé y me lo alisé como a ti te gustaba. Me fui al cuarto y elegí que ponerme tardando como tú decías una eternidad. Decidí ponerme el conjunto violeta de sujetador y culotte que compré en una tienda, de la cual ahora no recuerdo el nombre, pero si recuerdo que en cuanto lo viste por primera vez intuyo que tu mente voló cual ave busca su presa. Luego fui al armario y miré que tenía para salir, y encontré el vestido gris, no era el más provocativo, pero fue con el que te conocí, y ese día me sentía con fuerzas para llevarlo. Me puse también los leggins negros y los botines de tacón alto.

Pongo la mano en el fuego y no me quemo, que si me hubieses visto habrías tardado en poder decir algo, estarías embobado, como siempre que elegía algo que te gustaba especialmente, pero olvídalo. Pues no estabas allí para ver el espectáculo, y hoy por hoy me alegro, no sé como tengo tanto ánimo para decirlo, ni siquiera para pensarlo, pero analizándolo bien no es que esté bien de ánimos, es simple y llanamente que por una vez quiero mirar por mi, y esto es lo mejor. Tú no has encontrado a la persona que te haga cambiar, y yo no merezco sufrir aún por una persona que no ha sentido nada por mí.